Blog de la Familia

¿Santo, yo?

Los primeros cristianos, herederos inmediatos de la predicación de Jesús, comprendieron bien el alcance de sus palabras al proponerles un alto ideal de vida: «sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto». La perfección que propone Jesús no es la de la impecabilidad, pues llevamos una clara inclinación al mal que nos hace gritar con San Pablo: «¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?». Aquellos hermanos nuestros en la fe entendieron que la «perfección» a la que están llamados se refiere al amor. Profundizaron en el contenido del Mandamiento Nuevo: «Como yo os he amado, amaos también unos a otros». Eran testigos del amor tan grande del Señor para con cada uno de ellos, y con ese corazón de Cristo se lanzaron a amar, de verdad, al prójimo, tal como Él los había amado.

Tertuliano nos trasmite el comentario que hacían los paganos acerca de su comportamiento: «Mirad cómo se aman. Mirad cómo están dispuestos a morir el uno por el otro». Ellos se sabían «santos por vocación» (Rom 1,7), «elegidos por Dios, santos y amados» (Col 3,12). Buscaban la santidad, en todas las actividades de la tierra. No les era nada extraño el apelativo de «santos». San Pablo inicia sus cartas con un saludo comprendido por todos: «A los santos que están en Filipo…; a los santos en Éfeso…». Es más, el mismo Apóstol nos dice: «Esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación» (1 Tes 3, 4).

Dios ha querido suscitar, en san Josemaría Escrivá, un instrumento fidelísimo para fundar el Opus Dei, de modo se recuerde a lo largo de los siglos la llamada universal a la santidad: todos los hombres y mujeres hemos sido convocados para esta excelsa meta; tal como lo entendieron y vivieron los primeros cristianos. Lo que el papa Francisco llama: «la santidad de la puerta de al lado». Propuesta que se recoge en el n. 314 de Surco: «“¿Quién ha dicho que, para llegar a la santidad, sea necesario refugiarse en una celda o en la soledad de una montaña?”, se preguntaba, asombrado, un buen padre de familia, que añadía: “entonces serían santas, no las personas, sino la celda o la montaña. Parece que se han olvidado de que el Señor nos ha dicho expresamente a todos y cada uno: sed santos, como mi Padre celestial es santo”. —Solamente le comenté: “además de querer el Señor que seamos santos, a cada uno le concede las gracias oportunas”».

El próximo 26 de junio se celebra la memoria de san Josemaría, y en Chiclayo se celebrará una Misa en su honor el mismo miércoles 26 de junio a las 8:00 p.m. en la catedral de la ciudad. Están todos invitados.

 

Revdo. César Corcuera García

Capellán del Colegio Algarrobos

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